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Solange Dufourq

Dejar de callar para estar en paz

En mis relaciones muchas veces me encontré con frustración, desesperación, impotencia, tristeza y enojo reprimidos… lo cual era muy incómodo además de que me mantenía anclada en el papel de víctima de las circunstancias… totalmente impotente ante mi entorno. No decía nada por temor a alejar de mí a aquellos que amaba y que anhelaba me amaran. Lo que menos quería era ‘irritar’ o ‘hacer enojar’ a estas personas.


Aprendí a ‘no molestar’. Quería demostrarle al mundo que yo era diferente de las demás mujeres. Que yo no importunaba, no me enojaba, que era muy independiente, no necesitaba nada… ni cariño, ni tenía ningún tipo de deseo o necesidad afectiva. Yo ‘me las podía’ todas.


Tenía muy bien grabada la frase de ‘mujer que no molesta, es hombre’. De ninguna manera iba yo a correrme el riesgo de demostrar que era parecida a aquellas mujeres de las que los hombres constantemente se quejaban, se burlaban o bromeaban. Fueran como fueran las cosas, yo me convertía en una ‘cuasi - geisha’ de la conversación, atención, sonrisas, placer… nada que fuera a molestar a la persona que estuviese conmigo. Sin pedir nada a cambio. Más aún, sin esperar nada a cambio.


Sin embargo, en el fondo todo era muy distinto. Sin yo estar consciente, iba guardando día a día un poco más de frustración, de insatisfacción, de resentimiento, de rabia por ese desequilibrio y carencia tan marcado. Paralelamente una olla de presión interna iba guardando todo aquello que yo reprimía… Yo, sin decir nada, más que ‘insinuar sutilmente’ algo de esto a través de un reclamo solapado, de una petición confusa, de una borrosa queja.


Muchas relaciones se estropearon a partir de esto, aunque tengo claro que una relación es de dos. No siento ninguna culpa. Sé que era parte de mi aprendizaje y parte del aprendizaje del otro también.


Me di cuenta de que, como mujer, se me enseñó a callar. Hablar era peligroso, era revolucionario. Podrían descubrir lo que yo realmente sentía y alejarse de mí. Ni siquiera me atrevía a ver esta parte de mí… era algo totalmente desconocido.


Ahora he hecho un nuevo pacto conmigo misma. Un pacto amoroso. Un pacto vulnerable y valiente. Casi heroico en el mundo en el que vivo. He decidido ver con compasión y aceptación eso que me enseñaron a ver como “mi lado obscuro”, que no era más que mi verdad.


He decidido decir aquello que es difícil de decir. Aquello que me da temor decir. He decidido expresar lo que siento, como lo siento, en el momento en que lo siento. Con asertividad, amor y respeto, sí, pero no callarlo más. Dejar que esa olla de presión que guardaba todo aquello que yo quería ver y menos decir, se mantenga lo más vacía posible.


No siempre lo logro. Es cambiar un paradigma de vivir, de existir, de ser, de respirar. Es aprender un nuevo idioma en el que todavía soy una novata.


La consciencia de mis emociones ha sido un valioso aporte para esto. Cuando siento algo que no me gusta, es una señal de que debo prestar atención a esto que me sucede. Sé que es mío y de nadie más. Estoy clara de que nadie puede hacerme sentir absolutamente nada que yo no elija sentir.


Entonces, a sabiendas de que no soy víctima de nada ni de nadie, a sabiendas de que esto que siento es una oportunidad para sanar un tema irresuelto y a sabiendas también de que el otro no es más que un espejo que me sirve para ver esto mío, con valentía y con amor, trato de decir lo que tengo que decir, lo mejor que puedo. Haciéndome responsable de lo que me toca y con total honestidad, con el corazón desnudo. Vulnerable.


Tengo muy claro que la reacción de la otra persona no me corresponde a mí; es su total responsabilidad. Es su decisión cómo quiera sentirse con aquello que yo le exprese y qué quiera hacer con ello. Conociendo los riesgos, me siento más en paz una vez he expresado lo que necesito expresar.


Es así como, diciendo lo más “difícil”, puedo recuperar mi paz. Hay personas que lo pueden manejar y, con ellas, he fortalecido mi relación. Hay personas que no están listas para esta dinámica, se molestan, niegan su responsabilidad, se defienden y se justifican. Hay personas que se han ido de mi lado, algunas para siempre.


Con todo y esto, estoy en paz. Esta es la manera en que elijo vivir; de otra forma, ya no me hace sentido.

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