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Solange Dufourq

Amarme para poder amar…

Tengo la firme creencia de que todos tenemos un ‘camino de vida’. Que cada uno de nosotros – aunque podamos tener diversos obstáculos en nuestra vida – tenemos un tema en específico en donde se nos dificulta más el avanzar. Para algunos es la salud, para otros la economía, para otros la carrera… y para algunos de nosotros, la pareja.


Durante mi vida he tenido varias parejas. Ha habido cosas ‘positivas’ y cosas ‘negativas’ en cada una de esas relaciones. Sin embargo, no siempre tuve el nivel de conciencia que tengo el día de hoy; antes pensaba que era mala suerte, malas elecciones, cosas del destino… Así no podía tomar lo positivo de ellas: el aprendizaje.


Poco a poco, mientras fui avanzando en este camino terapéutico fui aprendiendo que lo que nos rodea, nuestra realidad exterior, solamente es un reflejo de nuestra realidad interior… así que, poco a poco comencé a poner atención en lo que vivía para poder asimilar lo que me correspondía y sanarlo. Decidí cambiar mi realidad interior para poder cambiar mi realidad exterior.


El tema era bastante confuso… por ponerlo de alguna manera. Se suponía que encontrara ‘patrones’ que sanar. Era bastante complicado para mí hacerlo… Salí con personas sumamente controladoras, celosas, con quienes a pesar de que compartí cosas muy lindas, me sentía asfixiada… sentía que no podía ser yo. Sentía ganas de escapar. No me gustaba ser oprimida, dominada, criticada, corregida, castrada…


Por el otro lado, salí con personas que prácticamente no se daban por enteradas de mi presencia en su vida, más que para cuando ellos deseaban compartir un buen momento o necesitaban algo de mí. Nada controladoras ni celosas… si no todo lo contrario… Esta marcada diferencia entre estos dos tipos de relaciones hacia que fuera para mí sumamente difícil ‘determinar’ cuál era el patrón que me tocaba abordar.


Tomó tiempo darme cuenta de esto. El patrón tenía que ver conmigo misma. Era yo quien se negaba a sí misma en cada una de esas relaciones. Era yo quien me negaba la libertad de Ser; era yo quien me desaprobaba, era yo quien me criticaba y me castraba… por un lado y, por el otro, era yo quien me negaba la posibilidad de satisfacer mis necesidades y deseos; me negaba a ponerme a mí misma como una prioridad... La llave para una vida diferente estaba en mí y solamente en mí. Estas personas no eran más que espejos en los cuales me tocaba verme.


Así que comencé una larga y estrepitosa jornada. Me tocaba aprender a conocerme, tanto en mi luz como en mi sombra, a aceptarme, a aprobarme, pero sobre todo, a amarme. Tomé una inmensa cantidad de cursos de crecimiento y desarrollo personal, leí muchísimos libros, asistí a terapia con diversos profesionales, intenté la medicina tradicional y la alternativa, aprendí a usar muchas herramientas y a aplicar diversas técnicas de manejo de emociones, conocí muchísimas almas maravillosas que me acompañaron, contuvieron y guiaron en este trayecto de mi vida, y, como broche de oro, a través de todo esto, encontré la fe que no había logrado alcanzar nunca a pesar de mi persistencia y de haber puesto todo mi esfuerzo y mi corazón en conseguirlo… Aprendí a amar a Dios; y aprendí a amar Su Presencia en mí.


A pesar de todo eso, por mucho tiempo las cosas parecían no cambiar. Ya me daba más cuenta de las cosas y esto a veces lo hacía aún más frustrante. No parecía ser suficiente. Seguía exigiéndome mucho a mí misma, sin mucha paciencia ni compasión. Hasta que, finalmente, los cambios comenzaron a ser visibles.


Alegremente me vi a mi misma poniendo límites, dándome cuenta de lo que yo quería y de lo que no, poniendo mis necesidades y deseos como prioridad y haciendo a un lado la culpa que me había acompañado durante tanto tiempo. Me vi reconociendo a las personas que no me convenía dejar entrar en mi vida, haciéndole caso a mi intuición nuevamente… Esa ‘alarma interna’ que traemos cuando venimos a este mundo y que se nos enseña a no escuchar, en aras de la lógica.


Pero, sobre todo, me vi amándome a mí misma. Tarea que ahora entiendo, es un proceso que dura toda la vida, que siempre puede mejorar. Y que mejora día a día.


Hoy día mi realidad es muy distinta. Son tangibles en el exterior los cambios que han ocurrido en mi interior. La persona que ahora está a mi lado es totalmente diferente. Es una persona que me aporta valor desde un espacio positivo. Como a todas las personas que me rodean, lo considero también mi maestro, pero esta vez es un maestro más amoroso y que ve la vida de colores, como yo.


Me siento muy feliz con esta realidad. Me siento muy orgullosa de mí misma. Me entregué de lleno a esta faena y ahora recojo los frutos. Estoy muy agradecida conmigo misma, con los que me rodean y con Dios. También estoy agradecida por esas personas que pasaron antes por mi vida, por esos grandes y pequeños maestros, pues sin ellos, hoy yo no sería quien soy.


Doy a cada uno de ellos las gracias. Doy a cada uno de ellos un lugar en mi corazón. Honro su presencia en mi vida desde mi alma. Sé que sólo me amaron como podían amarme. Sé que yo sólo los amé como podía amarlos. Y ahora los dejo partir en paz. Gracias, gracias, gracias.

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