En el tormentoso mar de la confusión

Hay días en que estoy de lo más tranquila y, repentinamente - como si apareciera de la nada - algo me toma por sorpresa y me deja como suspendida en el aire… No me da tiempo ni siquiera de reaccionar.

Cuando finalmente me doy cuenta de que se “suponía” que reaccionara o respondiera a esto que sucede o me sucede, me quedo en blanco.

No me gusta esta sensación. Me parece incómodo no saber qué pensar, qué sentir, qué hacer. Probablemente aún más incómodo me resulta no saber qué pasó, de dónde vino esto que me llega y que no sé qué hacer con ello.

Mi mente comienza a dar vueltas… el ego ‘convoca a reunión’ a todos los miembros de la junta directiva… Encabezando la reunión se encuentra la necesidad de control, seguida por el temor, el desconcierto, el desconocimiento, el apego, la ‘idea falsa de mí misma’, el juez… Todos comienzan en mi cabeza a opinar, peleándose por turnos, dando el ‘veredicto’, el ‘diagnóstico’ correspondiente, que parte del punto de vista de cada uno de ellos… A todo esto, yo me quedo emocional y psicológicamente paralizada…

El ruido no para. Me hablo a mí misma, lo discuto con alguien de confianza, lo escribo… tratando a través de esto de procesar la información y, finalmente, ‘saber qué pasó’, para que – según yo – ya con un ‘veredicto apropiado’, entonces yo ya sepa qué hacer.

Cuando finalmente me doy cuenta del desgaste que esto me está causando puedo entregarme a esa confusión… A veces esta consciencia llega rápido; a veces tarda – la mayoría de las veces diría yo. Algunas veces todavía no llega.

Pero sí, ahora me es más fácil aceptar que estoy confundida, que no sé qué pensar, qué hacer, qué sentir… y, que, en realidad no importa. Puedo entregarme a esa confusión, aceptarla, vivirla y, sólo así, finalmente hacer algo al respecto o no hacer nada… soltar lo que me toca soltar, dejar ir… y recuperar mi paz interior.

Aprendiendo en ese proceso a amar a la confusión como una experiencia más que una identidad, aprendiendo a ser más compasiva conmigo misma por todo el trauma que aún queda por sanar.