Cuando comencé este camino terapéutico era muy común encontrarme “dándome” cuenta de cosas en mí que habían sido provocadas por las dinámicas en mi familia de origen. Era común escucharme a mí misma “reclamando” hacia atrás, hacia mis padres, mis abuelos, por lo que no es una realidad hoy y que “debería” ser o hubiera querido que fuese… constantemente peleando con aquello que “fue”.
Entonces entré al camino de las Constelaciones Familiares. No tenía idea a lo que me metía. Si sabía lo impactante que podía ser este método terapéutico – a falta de un mejor nombre para llamarle – desarrollado por el exjesuita alemán, psicólogo, teólogo y pedagogo, Bert Hellinger. Y, sí, he encontrado una maravillosa forma de sanar, que ha logrado cosas sorprendentes en mi vida… y en la vida de muchos que conozco; pero encontré mucho más de lo que buscaba.
En la filosofía que Hellinger describe a partir de la observación de las Constelaciones Familiares encontré una nueva manera de concebir la vida. Una que parte de la gratitud hacia nuestros antepasados para poder tomar nuestra vida hoy. Una que se basa en el honrar “lo que fue” desde el corazón, para poder honrar lo que es hoy, para poder tomar lo que hoy me toca.
Y esta fue una de las cosas que me ayudó a cambiar completamente la forma de ver hacia atrás. Ahora, cada vez que siento confusión, duda, necesidad de apoyo o fortaleza, lo primero que hago es sentir a mis papás detrás de mí, sentir su fuerza. Cuando eso no alcanza, a mis abuelos también. Esto cambia completamente la situación.
En esta filosofía aprendemos que hoy estamos aquí, tú y yo, gracias a que todos nuestros ancestros dijeron “sí a la vida”. Y nos la pasaron. No hay nada más grande que la vida, no hay forma posible de retribuir este regalo. Y es suficiente. Más que suficiente.
Y ahora, para el Día de Todos los Santos, un día muy importante en mi familia, tengo esto presente especialmente. Mi mamá murió hace 25 años; mi papá hace cuatro. No conocí a todos mis abuelos y ninguno de ellos vive ya. No acostumbro ir al cementerio; para mí, lo que quedó ahí ya no tiene nada que ver con quienes ocuparon alguna vez ése cuerpo.
Sin embargo, todas las tardes del 31 de octubre nos reunimos con algunas de mis tías, primas y hermanas a hacer el tradicional “fiambre” para comer este día. Lo hacemos con la receta de mi abuelita materna, “Mamá Juanita”. Nada ha sido alterado en esta receta, a pesar de que ella murió en noviembre de 1995, hace 18 años. Este reunirnos y hacer las cosas como ella las hacía, con la verdura picada a mano – según el tamaño “correcto”, con esa receta única y deliciosa, es una manera de honrarla, una manera de honrar a los que estuvieron antes. Lo disfrutamos muchísimo. Armamos “n” cantidad de platos de fiambre, para que la toda la familia paterna de mi mamá – que hace muchos años supera los 60 miembros – disfrute del fiambre tradicional de Mamá Juanita y del “ayote en dulce” – cubierto por una bola de helado de vainilla, al estilo “Pie ala mode”.
Y, cada uno de estos “días del fiambre”, como se le llama más comúnmente a este día en Guatemala, nos tomamos fotos conmemorativas de ese año, cada familia y todas las familias juntas. Exactamente igual que lo hacíamos cuando mi mamá y mi abuelita vivían…
Así que estas fotografías, de las que no creo que exista una recopilación “total”, son una forma de honrar a aquellos que nos antecedieron, aquellos que nos enseñaron el valor tan importante de la familia y las tradiciones. Y, aunque cada vez cueste más organizar los grupos – sobre todo con los que no se permiten ni siquiera este día la “amnistía emocional” – es decir, expresar las emociones aunque sea porque la celebración en sí llama a que así sea…, lo seguimos haciendo.
Personalmente honro a mis antepasados por haberme enseñado el valor de los nexos familiares. Hoy, tantos años después de no tener a mis papás vivos, con mis hermanas sigo siendo sumamente unida. Su presencia, su apoyo y su amor son realmente incondicionales en mi vida. La mayoría de mis sobrinos y algunos de mis cuñados se han acoplado a esta forma de vida y disfrutamos muchísimo de las reuniones familiares. Mis hijas aman a la familia y sienten fuertemente que pertenecen. Para mí, reunirme con la familia es realmente una ocasión gozosa, de armonía y amor. Y confío en que siempre será así.
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